5.5.10

El hermano menor

Ahora voy a escribir acerca de otro de mis compañeros de piso. Como lo acabo de agregar al Facebook, tengo que tomar algunas precauciones para que no me descubra. En primer lugar, vamos a cambiarle el nombre: de ahora en más será Clinton. Y voy a poner una foto de Darío Grandinetti para despistar.


Clinton es irlandés, tiene 2 años menos que yo, y escabia (bebe) como loco.

A diferencia de mi compañera de piso, Clinton no tiene ambiciones. Una guitarra que no sabe tocar, unas sábanas sucias y algunos libros de autoayuda a medio leer son sus únicos bienes.

Clinton está rodeado de gente que viene a celebrar con él. Se juntan en el living, proyectan una partida de póker en la pared y se toman unas petacas de whisky. Nunca se cansan antes de las 12 del mediodía del día siguiente.

Siempre está como atontado. Si le pregunto algo se empieza a rascar la cabeza, da un rodeo con el cuello, y dice "I´m not sure" o "I don´t know". Nunca se violenta.

Clinton dice haber trabajado como chef, y yo le creo, pero en casa no va más allá de la pasta con salsa de tomate o las hamburguesas. Tiene una manera particular de cocinar los fideos: los pone de punta, medio cuerpo afuera, y a los 5 minutos, cuando vuelve del baño, se da cuenta de su error, cuando ya no hay vuelta atrás. Se los come igual.

Cada tanto le llegan cosas por correo. Boletas de luz o electricidad, libros de cómo volverse millonario desde el sofá o cartas de amor de su novia.

El otro día estaba particularmente sociable, y me contó cómo una sesión de meditación tántrica seguida de gritos de automotivación lo habían ayudado a ganar un torneo de póker por Internet. Como supuso que no le creí -en realidad, al principio no le entendí-, reforzó la apuesta y me habló de numerología, Gurdjieff y la doctrina del shock. No contento aún, se despachó con una teoría de que las drogas no son el problema sino el alcohol, que te dejá abombado. En esto creo que tiene razón.

El problema con Clinton es que es buena persona. Sucio, egoísta, nene de mamá, pero buena persona. Es por eso que uno se enfurece pero se obliga a contar hasta 10.

Y el problema de estar aprendiendo un idioma es que te deja menos lugar para los matices. Lo que en tu lengua hubiera sido un irónico: "¿No te jode si hoy lavás los 12 platos que ensuciaron tus amigos?", en inglés es un silencio que se va acumulando hasta que algún día estallás, y le decís: "Lava los platos o te mandás a mudar".

Por ahora soy el hermano mayor que le sonríe con sus travesuras. Y disfruto de sus 20 días de vacaciones fuera de casa.

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2 comentarios:

  1. Jaja!, yo me muero si vivo con "Clinton". La meditación hace milagros realmente.

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  2. no es para tanto, creo que lo podrías aguantar. pero por el precio que pago acá, no soy yo el que se va a ir! abrazo

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