11.4.10

Lituanos

El frío te lleva a nuevos rituales. Ahora, por ejemplo, tomar un tecito enlimonado me genera felicidad. Esperar media hora a que el horno cocine las papas, antes no lo habría soportado, ayer nomás las habría apurado a aceite de girasol. Pero hoy es distinto. Con el horizonte tan abierto necesito mis pequeños simulacros de seguridad.

Es cierto que la seguridad también trae aparejada en mí grandes fricciones. Tres tipos metidos en una habitación, con un hogar a carbón, la tele de 40 pulgadas, los 3 portátiles y comentarios hechos al pasar. Ni siquiera una puta cerveza. Sólo dos lituanos mascando chicle. Uno de ellos se llama Mindaugas y está convencido de que soy brasileño y que el carnaval de Río es una celebración gay (“Lo que no me gusta es que los hombres anden paseándose por la calle y dándose besos”, dice, sin saber, por suerte, que queda mal incluso pensarlo).

Este Mindaugas me empieza a romper las pelotas. No por sus comentarios sino por su risa y sus modales torpes. Y, por qué no decirlo, por haberme transportado a la época de los chascos, esas bromas viscosas de nuestra infancia. Los chascos lituanos, no obstante, son un poco más agresivos. El tipo me ofreció lo que parecía ser uno de esos chicles largos, trident, rectangulares. Sin mirar, agarré el paquete y recibí una descarga. El envoltorio resultó ser metálico. Todo risas, mías también, mientras le decía en bendito criollo: “La concha de tu hermana”.

1 comentario:

  1. Yo también conozco a un lituano que se llama Mindaugas. :p
    Ana

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