26.11.10

se va formando la ronda



Me acuerdo de El Bolsón, Río Negro, verano de 2002. Estaba con unos amigos en un cámping cerca del lago. Se alojaban allí pibes y pibas de 18, 20, 24 años. Compartíamos una habitación muy grande. Las camas marineras eran de madera noble.

Afuera del cuarto se había armado un fogón. Cerca de diez personas tocaban y cantaban canciones de Vox Dei y Moris. Había una chica con la voz desgarrada de Janis Joplin.



Montañas lisérgicas, azules, flameadas y violetas conformaban el marco de esa ronda. En ese atardecer duende me curé el daltonismo.

Estoy convencido de que las mejores historias te pasan solo, sin testigos que te recuerden quién sos o, en verdad, cuál es el personaje que te toca jugar.

Cayó la noche y mis amigos se fueron a dormir. Unos pocos nos quedamos sentados en círculo. El vino pasaba y era todo lo agrio que queríamos que fuera. La Balsa, el Mendigo del Dock Sud, los lugares comúnes del rockandroll vernáculo empezaban a colmarme la paciencia. Una tarde psicodélica le había dado paso a una noche color mate.

Vivía épocas agresivas, quería pegar el grito y no sabía cómo hacerlo.

Como suele suceder, el Talacasto pone las cosas en su lugar, abre el hueco, te señala un camino de irrupción.

Rasgueos de cuerdas, susurros contenidos, nenes con barba y nenas con pelusa axilar, tipitos que jugaban a ser hippies.

Janis Joplin detectó el aire espeso y se fue a dormir. Cada vez éramos menos. La primera palabra la dijo un colorado. Una chica sensible se sentó junto a mí y no sé a cuento de qué me mostró su diario íntimo. Lo sentí como una pantomima, un gesto impostado. Mariconadas de gente que sufrió un poquito. “Son para fracasados”, le dije. “¿Qué cosa?”. “Los diarios íntimos”.

El colorado la defendió, la chica se metió para adentro.

Pasaron casi diez años y al recordar la anécdota me siento un imbécil. Hoy estoy seguro de que drenar las penas en dibujos, frases, parrafadas, es una terapia expansiva, un ejercicio de autoafirmación, una palanca de crique al autoestima.

El diario íntimo, señores, pueden ser escaleras al cielo. Dedicarse una hora al día, birome en mano, a garabatear sobre un papel, a crear fantasmas y después matarlos en un cuaderno Rivadavia, es construirse un lugar más habitable. Es hacer la de uno y cagarse en lo que los demás piensen. Ojalá así se lo haya planteado la chica sensible.

Relacionados:

2 comentarios:

  1. Ahhh, la crueldad de la inmadurez. Sisi, todos incurrimos en ella y la sufrimos también.

    Mi lectura es que a la chica le gustabas. Por eso te mostró su diario. No me imagino otra razón para hacerlo, al menos en ese contexto. La cortaste menos 10.

    En fin... creo que alguna vez te dije cuánto me gustaría poder escribir un diario. Pero aparentemente no puedo.

    A.

    ResponderEliminar
  2. Está claro que en mi blog me arrogo el derecho a modificar las historias para quedar bien parado. En verdad, ya no me acuerdo si la chica se sentó al lado mío o yo fui directo a criticarle el diario.

    Ponete a escribir, no seas cagona, es un mano a mano con vos, no tenés por qué mostrárselo a nadie. Es poner en tinta lo que va pasando por esa cabeza. Pelotudear en birome.

    Gracias por tu comment!

    ResponderEliminar