22.11.10

golero


Ser arquero es estar dispuesto a ser fusilado por una pelota de cuero.

El enemigo acecha, y uno lo espera de frente, semiagachado, los ojos grandes de un nene curioso, la mirada seca del que fue decepcionado. El cuello también rígido y la boca sellada.

Una cara que, puesta a elegir, recibiría el impacto en la frente, tal vez en un ojo, incluso sacrificaría la nariz, pero, por el amor de dios, que pegue en cualquier parte y se vaya a la mierda.


Por estas cosas del oficio el arquero tiene algo de mártir. Los compañeros no esperan que la descuelgue de un ángulo sino que se tire de cabeza a trabar la pelota con el delantero. Es sólo en estos momentos cuando lo aplauden hasta los rivales.

El mano a mano, que es la instancia de máximo lucimiento del arquero, proviene de una traición de sus camaradas de equipo, quienes no han hecho lo suficiente para evitar dejarlo en esa posición de desventaja.

Es así que el patrón de la retaguardia tiene que dar la cara: un muñeco puesto a interrumpir el acto creativo ajeno. Su rol es el de atentar contra el deseo de concreción del rival, quien debe hacer rodar una esfera de gajos hasta las entrañas de un arco enorme, de 7,32 metros de ancho por 2,44 metros de alto.

El arquero espera que su defensor se equivoque para tener la oportunidad de salvarle el pellejo. Su oficio es tapar los baches, recibir una palmada en el hombro es el premio.

Ser arquero es sufrir y aprender a disimular el dolor, es generar admiración y compasión en dosis iguales. Es arrancarse la piel de las rodillas para después mostrarlas.

Tejer un reconocimiento pausado, extenso, sin idolatrías o grandes estruendos.

El arquero debe elegir si atajar entre los tres palos que conforman el arco, haciendo lo máximo en el terreno que por reglamento le fue asignado, o bien expandir su jurisdicción y anticipar los problemas fuera del área.

Como el Goyco, el arquero sabe que a las dificultades se las enfrenta con las dos piernas para adelante. Dar rodeos es una forma imposible de abordarlas.

De espaldas a la tribuna, para poder jugar tiene que aprender a hacer a un lado la opinión ajena, sin por eso dejar de actuar como los otros esperan.

Conocer las reglas.

Pegar el grito a tiempo.

Acomodar la barrera.

Ser arquero es leer como nadie el juego, pero practicar otro deporte.

4 comentarios:

  1. Parece que hablás por experiencia... :)
    Pocas veces la poesía me convence junto al futbol. Esta es una de esas veces.

    Beso!
    A.

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  2. Gracias A. Da la cara! Sos la chica que baila swing, no??
    beso

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  3. Este me encanta!!!

    ana.

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