22.9.09

Habré estado de paso

Hay que rajar antes de que la cosa madure. No ser consecuente al modo de un talibán. Hacer un poco de silencio, palpar el latido, e ir hacia donde la fibra diga.

¿Cuántas cosas entran en una cabeza?

El sueño es el de ser un vagabundo. Un paria dotado. Un linyera de culto. Un adolescente a destiempo, demacrado, con arrugas y calle. Un desconectado. Un campeón de cajero en El Raval. Un squat por las propias.

¿Cuánta bronca sabés destilar?

Exponerse es la forma. Abrir hasta el culo. Contar desde las tripas, hasta que no dé más vergüenza. Intentando desentonar, aunque esté moldeado para afinar.

El otro día Kike me contó que escuchó la armónica de un afilador. Esa armónica es triste, yo la conozco, es una mierda. Es mi casa de Colegiales a las 9 de la mañana. Es Delgado al 800 mientras mi papá lee el diario. Yo la conozco. El instrumento de la tristeza en la boca podrida de un hombre podrido, que lo silba mientras pedalea. Y mientras pedalea se mueve la piedra que afila. Y mientras afila el aire, el tipo sigue pedaleando, para no quedarse quieto. Porque quieto se siente peor.

¿Cuánto silencio podés aguantar?

No hay comentarios:

Publicar un comentario