18.6.10

Asta aquí llegue -cuak!-

Asta es el peor jefe que alguna vez tuve en mi vida. Lituana, rubia, buen culo (perdón, Chiara), tiene un gesto de desprecio que rara vez en el día le hace espacio a la sonrisa. Es de esa gente que cuando habla casi no abre la boca, yo creo que tiene vergüenza de prestarte atención, de mostrarse comprensiva, de asentir con una sonrisa.

Mi antídoto, cuando me hace quedar mal frente a los clientes, es putearla en voz muy bajita, en la jerga más porteña que se me ocurra: andate a la puta que te pario, le puedo decir a esta lituana, en un lugar donde trabajan filipinos, letones, sudafricanos, donde nadie reconocería mi insulto si no pongo cara de odio.

Cada vez que trata mal a un cliente me hace sentir bien porque expone su desgracia. Me alivia no sentirme su único blanco (es que no hay un único blanco).

Su hostilidad alimenta una fantasía: un día entra un cliente, le pregunta si puede cambiar el chocolate orange marzipan que acaba de comprar por un orange crunch. Asta enloquece, se muerde los labios, achina los ojos, resopla y le contesta mal. Puede responderle algo como: "no se puede, la próxima vez prestá más atención". Entonces el comprador, enojado por la mala onda, le pide hablar con su supervisor. Ella le dice que él no está, que si quiere tiene el libro de quejas a su disposición. El cliente, que no cree en estas cosas, le escupe en la cara, sin más. No conforme, mete el dedo en el bombón orange marzipan, saca un poco de esa bola golosa y se la mete dentro de la nariz. El local está lleno y todos los empleados vemos la escena. Ninguno de nosotros la defiende. En ese momento todos somos el cliente.

Asta llora. Se desarma en lágrimas. Donde todos esperábamos más agresividad, encontramos su lado verdadero. El velo se descorre y aparece toda su angustia. Las peleas con sus novios, el papá ausente, su ilusión de ser alguien, la vez que le dijeron que no servía para nada. Todo eso aparece ahí, en un estallido. Asta no sabe cómo manejar la situación. Sale del local corriendo. Por una semana no se sabe nada más de ella. La empresa le abre un expediente disciplinario.

Mientras planea una vuelta decorosa, se la pasa encerrada en su cuarto. No está bien, sufre la situación pero se da cuenta de que necesitaba pasar por ese trance. Empieza a escribir lo que le pasa, lo que recuerda de cuando era chica, pone en el papel lo que sentía en la escuela primaria cuando sus compañeritos le decían "La Momia" por esa incapacidad expresiva, por esa falta de sonrisas. Rememora la escena del muelle de su pueblo en que su tío le dijo que en su familia nadie salía de pescador, que era en vano intentarlo. Revive el sentirse condenada.

Ni bien recupera el instinto vuelve de su autoexilio. Está a la vista que ha recibido un baño de humildad. Habla poco, agradece, ya no regaña a nadie. El cliente no vuelve más. A los seis meses de reincorporarse, Asta regresa a su pueblo. Se compra un sahumerio, intenta una vez más leer aquel libro que se compró hace dos años. Y empieza a investigarse. Finalmente, se casa con un primo.

Todo esto, claro, no pasó y es improbable que alguna vez suceda. Lo único cierto es que a la tercera semana de trabajar vendiendo café y chocolates en un local paquete de Dublín me cansé de ella, que si bien es la mano derecha del jefe es la que ejerció el mando durante todo este tiempo. Trabajo este fin de semana y termino. Asta seguirá ahí, seguramente muchos años más. Ojalá que afloje. Puede que la vida le tenga reservada una sorpresa.

5 comentarios:

  1. El mundo está lleno de AstaS son aquellos que están tan cerca nuestro que nos contagian de tanto en tanto esa repulsiva manera de andar la vida, que bueno que decidiste alejarte ya que si vas a andar por el mundo conociendo gente nueva que sea de los que enriqueces el viaje no los que hacen que los dias se padezcan ironicamente dentro de un universo de chocolates!

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  2. Yani, qué lindo leerte!! sí, la verdad es que esta mina es insufrible... igualmente tiene una onda rara... el otro día se puso como a bailar (léase bien: "como a bailar" no es bailar), a reirse, me descolocó.

    La otra gente del laburo buena onda, excepto cuando me mando 5 cagadas consecutivas.

    Mandame un mail contándote cómo estás. besos!

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  3. Juaa!! lo bien que hiciste Her!! cuando uno no es feliz en lo que hace, hay que pegar la vuelta!! pasamos el 70% de nuestro día en nuestro trabajo... no podemos conformarnos con ser felices en el 30% restante!! la vida es muy corta!!

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  4. Te aplaudo, Hernan, esa gente no vale ni el amargarse por ellos. Y te admiro: mis fantasias con ese tipo de gente por lo general terminaban en su muerte o en la absoluta desgracia mas que en la redencion.
    Besos!

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  5. Me hago el loco, pero ayer cuando nos despedimos le di un abrazo y le dije que me iba a pasar por el local a tomar un café. Mentira!

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